I

Hace mucho tiempo, un amigo me recomendó que leyera La naranja mecánica. Hasta ahora, la había empezado tres veces y nunca la había concluido. Finalmente, el viernes la tomé y dejé a un lado el sentido del deber: me interesaba conocer la obra escrita porque ya había visto la película y, además, porque quería poder opinar con conocimiento sobre la polémica entorno al capítulo 21. Terminada de leer, necesité escribir lo de aquí abajo:

II

Como lectura forzada, «La naranja mecánica» puede llegar a ser uno de los peores desafíos. Relato distópico canonizado, utiliza una jerga —nadsat— que puede espantar a más de un lector, incluso, y con más razón, en las ediciones que vienen acompañadas de un glosario.

La novela cuenta la historia de Alex, un joven cuya violencia adolescente se disipa en el capítulo final: crece, se vuelve un adulto y quiere “crear”, es decir, reproducirse. La adolescencia, en una especie de epifanía, se le presenta como mecanizada, los jóvenes, comparados con máquinas de hojalata a cuerda, «no pueden evitar lo que hacen».

La novela gira entorno a temas tales como la libertad de acción, el castigo, el totalitarismo: «Cuando un hombre no puede elegir, deja de ser hombre». También, y no sería fácil obviarlo, la moralidad de los «buenos», ¿acaso hacerle cosas malas a los malos no los torna moralmente malos? Con una narración en primera persona, Alex nos acerca un mundo en el que la violencia se encuentra en todas partes y poco se hace para comprender al otro. Las condenas cumplidas o las «transformaciones» no son suficientes para quienes pretenden eliminar el «problema»; mientras, la violencia se reproduce en las calles, las cárceles, las bibliotecas y entre amigos —drugos.

La novela, distinta a la famosa adaptación de Kubrick, quiere mostrar que las personas pueden cambiar, que los adultos pueden querer elegir el bien; pero, hacia el final del libro, los personajes quedan reducidos a estereotipos. Los adultos, para Alex, eligen; los jóvenes, no.

Para concluir, «La naranja mecánica» es una obra que se pregunta ¿se puede aplicar una moralidad mecánica a un organismo vivo? Como ficción, no da una respuesta lineal, plantea dudas y presenta personajes que, más de una vez, actúan de forma incongruente.

Versión leída: Burgess, Anthony (2005) La naranja mecánica. Buenos Aires, Minotauro. Traducción: Leal, Anibal y Quijada Ana (Introducción y Capítulo 21).